Esta Semana Santa, por algún “extraño” motivo, llegaron
hasta los pies de Mencía unos monísimos tacones rojos de lunares blancos.
La primera vez que se los pusimos pensamos: “Con lo patosa
que es ya verás lo que tarda en caerse, aún me acuerdo de la primera vez que le
pusimos las botas de agua, era un pato mareado”, pero cuál fue nuestra sorpresa
que mi niña no sólo no se cayó, sino que salió corriendo con ellos puestos como
si hubiese nacido con los tacones.
Qué estilo! Qué arte!... No os lo podéis ni
imaginar, mona es poco… (Y no es porque yo sea su madre).
Desde entonces, cada vez que se los ponemos le taconeamos y
le cantamos “Ole, ole, ole” y como no podría ser de otra manera ella se pone
como una loca a taconear y cantar a nuestro son, está para comérsela!!!! Es
más, cada vez que ve los tacones se pone a gritar: “Ole, ole, ole”, jejejeje.
Muchos pensaréis algunas de las siguientes frases:
- “Menuda horterada”.
- “Vaya madre, aún no ha cumplido los dos años y ya le pone tacones”.
- “La está malcriando”.
- “Esta se cree que la niña es un mono de feria”.
- “Pobres vecinos”.
- “Si con esta edad hace esto, a saber qué hará con 15 años”.
- “Y encima lo cuenta”…
Pues sí, todo eso y más, pero yo estoy orgullosísima de mi
niña que es la más bonita de España y tiene un salero que no se puede aguantar.