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jueves, 9 de mayo de 2013

¿Cómo tratar las rabietas?



Desde hace algunas semanas estamos viviendo en casa el “momento rabietas”, son típicas de esta edad, los dos años, y se pueden mantener hasta los dos años y medio o incluso hasta los tres.

Si alguno de vosotros piensa que vuestro hijo o hija se ha vuelto loco, “se le va la olla” o en momento entra en fase de histeria profunda os tengo que comunicar que han llegado las rabietas a vuestra vida. Se dan para expresar ira o enojo siempre que hay personas delante, cuando el niño está tranquilamente sólo haciendo algo no surgen .

Lo más importante para no acentuarlas es dejar que a los niños de les pase el berrinche sin hacerles caso, cuando veamos que se ha calmado debemos ir a darle cariño y explicarle cariñosamente que lo que quería hacer o pedía no podía ser en ese momento o incluso estaba mal, un truco para saber cuándo debemos ir puede ser contar hasta diez despacito.

Es muy complicado mantenerse al margen en estos momentos, a veces el cuerpo de los papás nos pide darle un achuchón al pobre hijo y en otros, regañarles porque no está haciendo lo correcto, pero de verdad, al menos yo lo tengo comprobado, lo mejor es dejarle unos segundos para que se calmen solitos.

No es necesario dejar al niño tirado en el suelo pataleando y marcharse a otra habitación, simplemente con que la mamá o el papá se den la vuelta y se pongan a hacer otra cosa basta. Lo que el niño tiene que entender es que con esas conductas no va a conseguir lo que quiere, eso sí, en cuanto recupere un poco la compostura hay que acercarse a él y mostrarle toda la ternura del mundo para que no se sienta abandonado.

Estos berrinches surgen porque aún son pequeños para expresar sentimientos de enojo o enfadados, a partir de los tres años debemos enseñarles a que nos indiquen cuándo y por qué están enfadados.

¿Qué trucos usáis vosotros para calmar las rabietas de vuestros hijos?

jueves, 2 de mayo de 2013

Fiesta de cumpleaños de Mencía

Lo primero de todo pediros disculpas, he pasado unos días un poco saturada y tenía el blog abandonado. Habéis sido muchos los que me habéis preguntado, no pasa nada, lo que ocurre es que necesitaba desconectar un poco.
Como sabéis, el 17 de abril fue el segundo cumple de Mencía y el sábado 20 se lo celebramos con los amiguitos en la sala común de la urbanización.
Era la primera vez que organizaba una fiesta para Men y aunque ella es pequeñita y no se iba a enterar de nada, yo estaba algo atacada con los preparativos. No quería gastarme mucho pero tampoco sabía calcular las cantidades necesarias, así que me fui el jueves por la tarde a Carrefour y compré todo lo necesario: bebidas para mayores y pequeños, chuches, gusanitos, manteles, vasos, platos, pan de molde para sandwiches, patatas, aceitunas...  Sólo me quedaba la tarta, que la compraría el sábado por la mañana; mi ilusión era una de las de fondant tan bonitas que están de moda, pero se me iba de presupuesto, así que pensé en comprar  una de las que vende Mercadona con la cara de Pocoyó. Pero el viernes a medio día decidí que yo misma haría la tarta, me moría de ganas por hacerle una de galletas con chocolate, aunque hacía como 18 años que no la había vuelto a hacer. 
Con los ingredientes comprados el viernes por la noche me puse manos a la obra y madre mía la que lié !!!! Menudo desastre, primero me salió muy líquida la primera capa de chocolate, intenté arreglarlo con leche condensada y más galletas, después una de las tabletas a derretir estaba en mal estado y empezó a oler fatal, así que tuve que tirar el chocolate y gracias a un vecino estupendo la cosa tuvo solución porque bajó al chino a traerme más chocolate. Además del desastre creado, el problema fue que encima no me quedó estéticamente muy bien, así que a ver qué tal estaba de sabor.
El sábado habíamos convocado a la gente a partir de las cinco, así que al medio día empezamos a preparar los sandwiches de nocilla, jamón y queso, chorizo y salchichón, y como me pareció poco terminamos comprando dos paquetes más de pan de molde. A las cuatro y media el padre, la madre, la niña y mis dos sobrinas mayores bajamos a la sala a prepararlo todo. ¡¡¡¡¡¡¡ Había comida para un regimiento!!!!!!! 
El cumple en sí fue divertido, claro desde mi punto de vista, y Mencía disfrutó como una enana con sus amiguitos, los regalos, todas las guarrerías que comió y su "Cumpleaños feliz" que la vuelve loca.
Sobre la tarta, a pesar de la "mala pinta" que tenía, os he de decir que no quedó nada, así que yo creo que gusto bastante.
Para el año que viene tengo que mejorar la técnica con la tarta...

lunes, 22 de abril de 2013

"Papá, ¡muá!"

Ya os he contado que Mencía es un poco petarda para comer con sus papis. Todo lo contrario de lo que hace en la guardería, con la chica que le cuida, con algún vecino… Con ellos come estupendamente e incluso sola. Pero con nosotros todo son pegas. Desde bien pequeña. Tras varias consultas a la pediatra, acabamos en la consulta de una psicóloga infantil (ya sé que el nombre asusta, pero no es para tanto). En realidad, el tratamiento es para los padres. O, mejor dicho, los consejos, que es lo que nos "receta" la doctora. El primero y fundamental fue ignorar las rabietas de la niña con la comida, hacer como si no pasase nada si montaba un escándalo al ver la comida o terminase tirándola por el suelo. Se trataba de quitarle importancia. Con más esperanza que convicción empezamos a hacerlo y, aunque no del todo, dio resultado. Las rabietas casi se han acabado, la niña ha empezado a comer sola algunas cosas con nosotros (algo que ya hacía en la guardería y con la chica desde hace meses) y todos estamos más tranquilos. Sin embargo, sigue habiendo algunos días que no hay manera de que desayune o coma lo que le ponemos por delante, especialmente los fines de semana, así que no podemos decir que sea todavía una batalla ganada. Además, hay días en que es muy desesperante ver cómo la niña se niega a comer y, encima, se dedica a "guarrear" con la comida o a derramarla por el suelo. Y termina por agotar tu paciencia.
Eso fue lo que le sucedió a mi marido este domingo. Mientras intentaba que Mencía desayunase unas galletas de barquillo con chocolate que habían sobrado de la fiesta que organizamos para celebrar su cumpleaños con los niños de la urbanización (eso da para otro post), el pobre perdió la paciencia. Resulta que después de que la niña ni tocase el vaso de leche en todo el desayuno y sólo consintiese tomar algo de agua para mojar las galletas, de repente le dio un mini ataque de histeria y se puso a esparcir con las dos manos las galletas (y sus infinitas migas) por toda la mesa de la trona. Como la psicóloga nos ha dicho que no reaccionemos impulsivamente ante estas actitudes, mi marido trató de mantener la calma y anticiparse al próximo movimiento de Mencía sin hacer demasiados aspavientos, pero no pudo. Cuando quiso llegar hasta dónde estaba la niña, ella ya había cogido el vaso de leche y lo había derramado encima de la mesita por donde estaban las galletas y las migas. Y mientras mi marido cazaba al vuelo la taza ya sin una gota de leche, la niña comenzó a dar palmadas sobre la leche y a ponerse perdida mientras se partía de risa. Eso ya fue demasiado. Mi marido estalló en un grito, diciéndole algo así como "¡Ya está bien, esto está muy mal!" Y la niña rompió a llorar. Pero esta vez se había pasado de la raya, así que mi marido le limpió como pudo las manos y la cara, la sacó de la trona y la puso en una esquina del pasillo con intención de ponerla a pensar para poder luego limpiar tranquilo el desaguisado que había en la cocina. Como es lógico, Mencía seguía llorando al ver a su padre tan enfadado y se resistía a quedarse sola en la pared mientras su padre se iba a limpiar. Al tercer intento, o eso me ha contado, la niña dejó de llorar y se quedó quieta, así que el padre se fue a por la fregona para recoger la leche del suelo. Y cuál fue su sorpresa cuando al rato Mencía apareció en la cocina y le dijo "¡Papá, muá!" mientras se acercaba a él con intención de besarle. Casi sin creerselo, mi marido se agachó para recibir ese beso con el que ¡le estaba pidiendo perdón! Era algo que no nos esperábamos de ninguna manera, ya que la niña no es nada besucona y menos aún con su padre por la barba que suele dejarse, aunque le quiere con locura. 
Hoy la psicóloga nos ha explicado que es un gesto de madurez, que significa que ella era consciente de que había hecho las cosas mal y se sentía mal porque su padre se hubiera enfadado con ella. Enfado que desapareció en ese mismo momento, claro está, porque mi marido casi se echa a llorar al ver la reacción de su "princesita", a la que enseguida empezó a abrazar y besar como un loco. En fin, que Mencía se nos hace mayor demasiado rápido y es más lista que el hambre… ¡Menuda nos espera, nos tiene tomada la medida!