
Los comienzos con la cuchara fueron como con todos los peques: una historia de baberos y miles de toallitas manchadas (vamos a comprar acciones de alguna marca porque el consumo es casi industrial en esta casa). Poco a poco fue acostumbrándose, hasta que le cogió tanto el gusto que decidió provocarse el vómito para volver a comer con la cuchara doble ración. Así hemos estado bastantes meses hasta que le dio por escupir y hacer pedorretas, toda una aventura... Un inciso: con la chica que la cuida ha comido siempre como una campeona, el problema somos los padres. Buaaaaaa buaaaaaa, buaaaaaa...
A la vuelta del verano comenzó la guardería: allí come divinamente, incluso ella solita, y con la chica que la cuida igual, todo como la seda. Pero con sus papis... NADA DE NADA, los fines de semana los pasamos prácticamente en blanco.
Como ya estaba un poco paranoica, esta mañana la hemos llevado a la pediatra y ha confirmado mis pensamientos: la muy lista lo hace para llamar nuestra atención y el tratamiento es ignorarla. Si hasta ahora nos pasábamos una hora, al menos, haciendo piruetas para que comiese con nosotros, a partir de mañana tenemos que pasar a la fase de la ignorancia. No sé cómo lo llevaré, la verdad, porque se me cae el alma a los pies cuando veo que no come.
Ya os iré contando...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar en este post. Los comentarios son los que mantienen vivo el blog.
Sole